Acomoda las mantas y almohadas en un círculo en el suelo. Pide a la mitad del grupo tumbarse boca arriba, con su cabeza orientada al centro del círculo. Cierran sus ojos y empiezan a relajarse. Asegúrate que haya espacio suficiente entre cada participante.
La otra mitad de las participantes se colocan entre sus compañeras que están tumbadas, a nivel de sus rodillas.
Guiarás el ejercicio en voz alta. Explica a las participantes que están sentadas que van a tener un “tacto amoroso” con su compañera, la que está tumbada a su lado. La tocará y acariciará de una manera respetuosa como vas a describir a continuación. Las que no se sientan cómodas con eso pueden colocar su mano sobre la cabeza o hombro de su compañera o simplemente cerrar sus ojos y hablarles en voz baja.
En un tono relajado y suave, ve indicando las pautas (una cada 2-3 minutos) del ejercicio. Subraya la importancia de tomar consciencia sobre la respiración: una respiración lenta, inhalando por la nariz y exhalando por la boca.
Primera indicación: acaricia la cabeza de tu compañera.
Segunda indicación: acaricia su frente.
Tercera indicación: acaricia sus brazos.
Cuarta indicación: acaricia sus manos y dedos.
Conforme va avanzando el ejercicio, habla sobre:
En tanto activistas y defensoras, generalmente tenemos poco tiempo para nosotras. En este momento que estamos acariciando nuestras compañeras, estamos viviendo una oportunidad excepcional para relajarnos y sentirnos cuidadas.
Las cargas y responsabilidades sociales que lidiamos como mujeres, defensoras, madres, hermanas. Siempre se espera de nosotras que cuidemos a los demás. ¿Y nosotras? ¿Nos cuidamos a nosotras mismas? Solemos tener muy poco espacio en nuestras vidas para el auto-cuidado o cuidado colectivo.
Al final de las indicaciones, dale un tiempo a las mujeres que están tumbadas de abrir los ojos e intercambiar el sitio con su compañera. Repiten el proceso con los roles intercambiados para que todas tengan la oportunidad de dar y recibir.