Violencia simbólica

  • Objetivos: Cómo identificar la violencia simbólica y cómo esbozar conexiones entre ella y la violencia de género en línea.
  • Duración: 30-45 minutos
  • Formato: Ejercicio
  • Habilidades: Básico
  • Conocimientos requeridos:
    • Ninguno requerido
  • Sesiones y ejercicios relacionados:
  • Materiales requeridos:
    • Rotafolio
    • Marcadores, lapiceros
    • Hojas de colores
    • Post-its
    • Cinta adhesiva

Conducir la sesión

Parte 1 - ¿Qué es la violencia simbólica?

  1. Arranca explicando qué significa el término “violencia simbólica”.

    La violencia simbólica se ejerce a través de imposiciones culturales de normas y comportamientos en relación al género. Se enseñan a las mujeres que “algo” nos puede pasar si andamos solas de noche, nos vestimos de cierta manera o si hacemos algo sin precaución. El miedo se convierte en un estado mental normalizado y aceptado.

    Esto implica que a nosotras, en tanto mujeres, nos responsabilizan por cualquier violencia que enfrentamos. Se engendra un estado de miedo y hasta terror que dibuja un “mapa mental de espacios prohibidas” para nosotras y suscita respuestas condicionadas como:

    • Sentir la necesidad de volver a casa de noche en un taxi o con un compañero varón.
    • Caminar más rápido o hasta corriendo cuando escuchamos pisadas detrás de nosotras.
    • Auto-censurarnos sin darnos cuenta en plataformas de medios sociales u otros tipos de plataformas.
    • Decidir no salir a la calle o no vestirnos de cierta manera por miedo a lo que nos podría pasar.

    Además, no sólo nos hacen responsables por la violencia que vivimos sino que no nos brindan estrategias y recursos para abordarla (aparte de las respuestas condicionadas de arriba), ni a disfrutar y ocupar los espacios, ni a ser libres en cómo nos movemos y hablamos en nuestros cuerpos y en nuestras sexualidades.

    La violencia simbólica crea espacios y situaciones prohibidas para las mujeres y nos niega nuestro derecho fundamental a la seguridad y a la libertad de movimiento. La impunidad de los agresores es un agravante a toda esta situación. A menudo, dichos agresores no son cuestionados sino patologizados como “locos” o inheremente incapaces de tomar control o responsabilidad sobre sus acciones.

    Llegando a este momento de la sesión, quizás quieras discutir algunos imaginarios de la violencia que se ejerce contra las mujeres (violencia simbólica u otros tipos), normalizada por los medios de comunicación, especialmente en espacios online.

Parte 2 - Identificar la violencia simbólica contra nosotras mismas.

  1. Entrega a cada participante post-its e indícales que anoten ejemplos de actividades que han dejado de hacer y comportamientos que han cambiado fruto de la violencia simbólica que han experimentado como mujeres ocupando espacios offline y online. Reúne de vuelta los post-its y lee algunos de los ejemplos en voz alta. Discútelas todas juntas, reflexionando sobre las posibles motivaciones detrás de estos cambios.

  2. Explica que hay tres principales factores que construyen y habilitan el miedo y el terror en respuesta a la violencia simbólica:

    La apropiación del cuerpo femenino: el cuerpo femenino es visto como un objeto en un entorno masculino; ésto genera una ausencia de seguridad y confianza de la mujer hacia su cuerpo y sus capacidades.

    Culpa y vergüenza: consideradas como elementos permanentes e inamovibles que facilitan la percepción de que violencia de género perpetrada es merecida y, de cierta manera, aceptable.

    “Felicidad aprendida”: estado psicológico que se genera con frecuencia cuando los eventos son percibidos como incontrolables, como si no se pudiera hacer nada para cambiar las consecuencias. El estado mental se adapta a través de la aceptación y normalización: sacrificamos nuestra agencia de tomar el control de vuelta.

  3. Pregunta a las participantes qué estrategias creen que podrían transformar estos factores y abordar la violencia simbólica. Las pueden anotar en sus post-its. Compartimos algunas posibles estrategias:

    • Recuperar el control sobre la narrativa de nuestro cuerpo a través de resignificarla como territorio de placer y resistencia.

    • Reconocer y aceptar los daños que han sido ejercidos contra nuestro cuerpo (física y mentalmente), no como víctima sino como sobreviviente resiliente.

    • Construir y sostener redes de apoyo para nosotras, tanto online como offline. Nunca estamos solas en la lucha.

Referencias